ACERCA DE LAS DROGODEPENDENCIAS. PARTE 2

En el artículo anterior veíamos como podían definirse las drogas y las fases por las que atravesaba una persona adicta a sustancias. También echamos un vistazo a la amplia gama de “objetos”, ya no sólo sustancias, a las que una persona se puede enganchar y aferrar, esto lo trataremos en otro artículo porque es muy interesante, ya que todos en mayor o menor medida utilizamos objetos, (léase situaciones, sustancias, cosas, personas, etc), que nos causan placer y que nos sirven, (porque amigos, todo sirve para algo, hasta la manía más absurda y molesta, si no fuese operativa no seguiría en nosotros), para evadir la realidad, la cual, como decíamos, más dura llegará cuanto más la evadamos. Tomamos contacto con que una dependencia no ocurre de la noche a la mañana, no se materializa porque una persona tenga “a mano” una sustancia susceptible de convertirse en droga (porque “a priori” cualquier sustancia puede ser una droga), hay un recorrido, el cual se remonta a las más tierna infancia. Como decíamos no se puede “predecir” si un niño o niña va a desarrollar una drogodependencia, pero hayamos marcadores similares al analizar la historia de las personas que sí han desarrollado una.

Las anomalías comienzan en la primera infancia, el bebé nace indefenso, con enorme dependencia hacia los padres. El cachorro humano se va humanizando cuando poco a poco, lo instintivo se va canalizando hacia lo humano por los padres, se va abriendo campo psíquico o campo mental, lo que más tarde también conseguirá el entorno social en general.

El nuevo sujeto es una variable dependiente de la estructura psíquica de los Padres, pero no de manera absoluta, ya que también entra en el juego como él va aceptando todo lo que se le ofrece, bueno y malo. Algo falló en todos y cada uno de los participantes de la familia, no es culpa de nadie, es cuestión de lo que cada uno ha puesto en el bebé, movido en su mayor parte por mecanismos inconscientes.

Al bebé la Madre no sólo le da leche, sino calor, palabras, miradas, le canta, etc. En la Madre vienen inscritas toda una historia de generaciones, de tradiciones… Lo que posteriormente quedará también inscrito en el bebé. Desde este momento, el bebé ya no será más pura biología.

Hay varios mecanismos fundamentales en la construcción de la psique humana, en los que se producen fallos en el caso de los toxicómanos (y otras patologías): La Identificación, el Narcisismo y el paso por la etapa Edípica. Primero en La Identificación el bebé no distingue entre él y los otros, como segundo paso el bebé se diferencia de los demás, pero a esto hay que ayudarle, ya que conlleva una aceptación de los límites de la realidad y genera frustración, si una Madre no acepta que el hijo vaya cogiendo individualidad propia, esto es, que se separa de ella, y lo sobre protege, o lo abandona o no le da un nivel de cuidado y atención aceptable, el niño no podrá establecerse como personal autónoma de modo adecuado, tendiendo a depender en demasía de los cuidadores. El paso por el Edipo es importante ya que en él se establecen los límites entre los demás, entran en juego las normas y el manejo adecuado de la frustración y el dolor, al adulto toxicómano esto no se le ha facilitado, y en el futuro tenderá a evitar la frustración, a saltarse los límites y a intentar mitigar el dolor con lo que sea. Una mala construcción del narcisismo hará que haya una fuerte tendencia a la autosatisfacción, agarrarse a algo que no le vaya frustrar y que le vuelva a la ilusión de la fusión con la Madre en la primera etapa de su vida, en la que no se logró un autonomía suficiente del individuo. En la primera infancia las seguras parentales, sobretodo la Madre, mediante las palabras hacen que el dolor psíquico pueda organizarse el de una manera mental, en estos casos esto no ha ocurrido de manera suficiente y el dolor psíquico en el adulto es percibido como dolor físico, ya que no sabe dónde ubicarlo ni qué hacer con el. En el toxicómano a menudo el cuerpo habla por el, no le duele la alma, sino que ese dolor ha sido desviado hacia dolores físicos en diferentes partes del cuerpo. El toxicómano utiliza la droga para calmar ese dolor tan tremendo tanto psíquico como físico y para ayudarle a pasar sin tanto sufrimiento por la vida, ya que ésta es pura frustración, no conseguimos todo lo que queremos. Es como si la psique del toxicómano estuviera agrietada, y utilizase la droga para apuntalar, apuntalamiento que más tarde acabará derrumbándose de aquel estado psíquico y físico del toxicómano empeorará dado el deterioro quedaba sufrir por la sustancias. Vive el dolor de un modo exacerbado, todo le duele de un modo exagerado, no le calmaron de modo adecuado en su infancia.

Como vemos, la cosa es más compleja de lo que nos suelen comunicar los medios de difusión. Pareciera que el que una persona sea drogodependiente o no dependiese exclusivamente de si consume la sustancia o sustancias en cuestión o no. Vemos que esto no es así, es una reducción excesivamente simple. De ahí que a las personas enganchadas les cueste tanto salir de ese enganche, porque la mayoría de los tratamientos que se ofrecen hoy en día van encaminados a que el individuo no consuma, sin tener en cuenta que consume para algo, sin tener en cuenta que la dependencia es la punta del iceberg, y que si no se trata el fondo de la cuestión, la superficie quedará empañada de por vida. Seguiremos con ello en un siguiente artículo.