A menudo padres preocupados acuden a nuestra consulta para revisar el comportamiento rebelde y oposicionista de sus hijos, y en la mayoría de las ocasiones esta es una actitud, que aunque debe ser encauzada, resulta completamente normal y adaptativa. Lo preocupante es cuando un niño no puede rebelarse o no puede cuestionar los límites en los que se ve inmerso. Lo natural es que los niños, niñas, adolescentes y adultos podamos cuestionar las normas a las que nos vemos sometidos. Es el modo de buscar nuestra individualidad, de individuarnos como seres independientes y originales.
Una inscripción en una tumba egipcia en el 3.000 a.C rezaba del siguiente modo, “Vivimos en una época decadente, los jóvenes ya no respetan a sus progenitores, son groseros e impacientes, frecuentan bares y no tienen dignidad” Lo primero que me llama la atención es tanta similitud de la actualidad con sociedades de hace 5.000 años, y lo segundo es la crítica y el rechazo que de modo habitual parece que despierta la rebeldía, en este caso en la adolescencia. Parece que en general esta actitud no nos hace sentir cómodos, pero bien, ¿es esta la función de la rebeldía? Creo que no, que su misión es otra, y como es algo que se repite generación tras generación, siglo tras siglo, debe tratarse de algo importante.
Por lo general rechazamos la mayor parte de los signos de rebelión, de rebeldía, de salirse de lo establecido, del cuestionamiento de la norma, por eso quizá nos resultan tan molestos los adolescentes (casi nunca recordamos que nosotros también hemos sido uno de ellos), porque cuestionan los límites establecidos, esos que nosotros parece que ya hemos aceptado, esos que nos hacen sentir cómodos y estables. Y la estabilidad vivida como inmutabilidad es algo que el ser humano lleva toda su existencia persiguiendo por encima de todas las cosas, y resulta algo imposible de conseguir, ya que el único estado de estabilidad continua y sin cambios es la muerte.
El cambio es algo natural y continuo, vivámoslo así, ya que la promesa de un estado permanente de tranquilidad, sosiego y estabilidad resulta una falacia, una mentira, un engaño, en pos del cual podemos gastar gran parte de nuestra vida. Somos estructuras en permanente cuestionamiento, en permanente cambio, en continua búsqueda de nuevos límites que transgredir y superar. Sin rebeldía el ser humano jamás hubiera llegado a la luna, ya que los límites humanos naturales resultan evidentes en ese sentido.
En la infancia vemos como los niños y niñas prueban los límites de su cuerpo; más tarde los límites que imponen de los padres, un pulso que se prolongara en la adolescencia con la búsqueda de los límites de las normas, de la Ley, de la autoridad. Comprobarán si esta es resistente en pos de un marco normativo sólido al que poder asirse en su conformación como seres adultos. A menudo vemos como este cuestionamiento de las normas decae en el adulto ya formado, como si aceptase el mundo en el que vive aunque no le parezca del todo correcto. La sociedad nos impulsa a la aceptación de las normas, al no cuestionamiento, cuando lo natural es esto, el que nos podamos preguntar si ese límite o aquel, si esa o la otra norma son correctas, si deberían estar ahí o si habría que reformarlas. Realmente, las sociedades avanzan gracias a la rebeldía, gracias a que no nos conformamos con lo que nos han dicho que es “lo mejor” sociedades anteriores, generaciones anteriores. Así nace el Rock, el Punk, el arte abstracto, así nacen las revoluciones. Son nuevos puntos de partida a diferentes modos de pensar. Es remover de nuevo los cimientos en busca de un modo de estar en el mundo que se adapte mejor a nuestras necesidades, un intento de establecer un nuevo orden, ya sea interno o externo. Si la generación actual no cuestionase la anterior, la sociedad no avanzaría. Por lo tanto, la rebeldía es algo positivo. La crítica a lo establecido es una actitud necesaria para avanzar, ya sea personal (como somos nosotros, como es nuestra vida) o social (si las normas en las que vivimos inscritos nos parecen positivas o erróneas) La crítica y el cuestionamiento del sistema en el que vivimos (ya sea a nivel de personalidad, familiar, social o natural) nos permite revisar y trascender lo aprendido, lo que nos han dicho que podemos ser, pensar, hacer… Para trascenderlo y crear una nueva realidad al nivel que sea. Los límites son reaprendidos constantemente, durante toda la vida, hasta el final, como decía Jacques Lacan cuando hablaba acerca de la metáfora paterna y de la represión originaria.
El paso a la edad adulta nos hace aceptar muchas normas establecidas, y eso no es en principio negativo, sólo que debemos conservar nuestra capacidad de crítica y autocrítica, para seguir transformándonos según la imagen que tenemos de lo que deberíamos ser.
Debemos conservar toda nuestra vida cerca de nosotros al adolescente que fuimos y mantener vivo nuestro niño interior.
Ana María Fuentes Alcañiz
Psicóloga Clínica