En el mundo existen y han existido una amplia gama de métodos para enfrentarse al sufrimiento, el más tosco, pero eficaz, ha sido el químico, “la intoxicación”. La cosa consiste en utilizar algo ajeno a nosotros mismos, para evadirnos de la cruda realidad, esa realidad, que en vez de enfrentar, tratamos inútilmente de esquivar. Y digo inútilmente porque al final siempre vuelve, al doblar la esquina nos volvemos a topar de nuevo con ella, y cuanto más la evitamos, más duro se hace el reencuentro.
Podemos considerar como droga toda sustancia que introducida en el organismo, por cualquier vía de administración, produce una alteración del natural funcionamiento del sistema nervioso central del individuo, y es, además, susceptible de crear dependencia ya sea psicológica, física, o ambas. Influye en el individuo a través de una serie de mecanismos moleculares. Las drogas e emplean para conseguir un estado mental alterado y actúan sobre sistema de recompensa cerebral. Las sustancias capaces de producir dichas alteraciones se clasifican según la OMS en siete: alcohol, barbitúricos, opiáceos, anfetaminas, Cannabis, alucinógenas y cocaína.
Al consumir reiteradamente una droga primero se daría un abuso de sustancias, para más tarde pasar a considerarse drogodependencia, que es una continuación del simple abuso de sustancias, con una mayor gravedad del consumo en su intensidad y alteración de la conducta y, además, por la aparición de tolerancia y síndrome de abstinencia.
La persona adicta pasa por diferentes fases durante el período de convivencia con la droga, primero encontramos la fase de tolerancia, que es la necesidad de cantidades progresivamente crecientes de una droga para conseguir el mismo efecto que se producía las etapas iniciales de su utilización. Después se daría la dependencia psíquica, la situación en la que una droga produce un sentimiento de satisfacción o de necesidad que hace necesaria la periódica administración de dicha droga para producir placer o para evitar el malestar que aparecen su ausencia. La tercera fase es la dependencia física, que es la adaptación bioquímica y fisiológica que se produce en un individuo ante la presencia en su cuerpo de una droga de adicción. Y por último encontramos el síndrome de abstinencia, que es el conjunto de trastornos adversos que aparecen en el individuo cuando deja de consumir droga. Se caracteriza frecuentemente por dar lugar a efectos opuestos a los producidos por la droga tras su administración aguda. La retirada desenmascara la patofisiología ya presente en el individuo.
La gama de objetos a los que un ser humano se puede enganchar es muy amplia, no sólo tenemos las drogas ilegales, también están las legales, como el alcohol, el tabaco, o los fármacos, pudiendo uno engancharse también a alimentos, ideologías (fanatismos), religiones (fundamentalismos), trabajo, sexo, televisión, teléfono, maquinitas, a otras personas de modo extremo, etc. Los mecanismos psíquicos puestos en juego en todas las dependencias son esencialmente iguales. El ser humano puede escoger caminos infinitamente variados para la evitación del sufrimiento psíquico, para la evasión de una realidad que no sólo no le satisface, si no que le duele.
Desde la perspectiva psicológica nos interesa como los factores sociales y familiares se han internalizado en un sujeto singular, y cómo le condujeron a establecer una relación adictiva con algunas sustancias.
Porque, ¿por qué se llega a una drogodependencia?. Conviene pensar las drogodependencias desde la problemática del sujeto, más que a partir de la sustancias. El meollo no reside en la droga, si lo en las peculiaridades de la estructura psíquica de cada uno de los adictos. A priori no se puede saber si un niño va a ser drogadicto o no, pero en una visión retrospectiva observamos que la estructura psíquica del drogadicto tiene ciertas peculiaridades. Antes del encuentro con la droga, el sujeto ya ha recorrido un largo camino. Todos nosotros comenzamos a estructurarnos psíquicamente a partir del nacimiento, no venimos estructurados como algo innato. El sujeto le da un valor importantísimo una sustancia, que, a priori, es inerte, sólo es potencialmente tóxica. El problema reside en el sujeto y en la relación que él ha establecido con la droga, no en la sustancia misma. Lo que sucede luego es que a la fragilidad de la estructura psíquica subjetiva se le añaden las consecuencias devastadoras que produce el uso repetitivo de la sustancia. El toxicómano cree que su problema consiste en la ingesta de droga, y que no es responsable de sus actos. Consigue una identidad ortopédica: “soy drogadicto”, ocurre de la misma manera en muchos otros trastornos, por ejemplo “soy anoréxica”. Este parapetarse detrás de una identidad que no le es propia, y que es plana, al igual que un mal personaje de cine o literatura, hace que no enfrente su propia complejidad y su multiplicidad de facetas, y que le sea difícil llegar a alguna parte en cuanto a la salida del problema, ya que le dificulta el entenderse, entender las verdaderas causas del problema y ponerle un remedio ajustado a una realidad compleja.
Mañana continuaremos con el problema de la adicción, para ver si conseguimos entender de donde procede, porque como todo, viene de alguna parte, y no es tan sencillo como atribuirlo a una causa meramente social, por ejemplo, que una persona haya caído en la drogodependencia porque haya abuso de sustancias en su grupo de iguales.
Ana María Fuentes Alcañiz
Psicóloga Clínica